Leo y Antonella

 Leo se agarra fuerte del volante y se ataja una puteada. Porqué mierda se habrá metido en la cola de la nafta. Si sabe que a esta hora se va a comer por lo menos una hora. Y los mitaíces que ya empiezan a romper las guindas, y que comprame papas fritas, yo quiero un muñequito de los minions, yo quiero la pelota, y no que a mí primero, no a mí, no a mí. Y son tres los varones, seguiditos los tres por eso son así, como dice su vieja, y entonces Antonella no aguanta pega el grito y vuela el primer sopapo al azar y lo liga Tiago y los otros dos se le cagan de risa. Y Antonella se rinde al motín del asiento trasero del Corsa modelo 2015, usado, que le compraron al gitano, porque como estaba flojo de papeles les alcanzó con la plata del préstamo, y entonces por fin pudieron tener auto y dejar las bicis y las motos para hacer los mandados y llevar a los tres demonios a la escuela. Pero los mitaíces le sacan la paciencia a Antonella y como no puede desquitarse a gusto con los varones, lo mira con cara de odio a Leo, y él ya sabe que ahora le toca a él. "Siempre lo mismo con vos", le dice. Y esa frase es un cuchillazo que le atraviesa la yugular. Porque no es cualquier frase, es la expresión sonora del pensamiento y el sentir de la gordi, como le gusta llamarla Leo a Antonella cuando se pone mimoso y ella le deja acariciarla. La frase arranca con "siempre" es decir, no es algo casual o extraordinario producto de la mala suerte o de un equívoco involuntario, no el "siempre" lo hace viajar en el tiempo hasta el momento mismo en que la conoció. El "siempre" es un continuo que se extiende desde que se vieron por primera vez, hasta, quien sabe cuando. Porque el "siempre" de Antonella, lo sabe Leo, no termina, se extiende en el futuro, por siempre. Luego, sigue ese "lo mismo", que no es otra cosa que la tediosa repetición de una conducta desagradable en el tiempo. Es decir, no hay posibilidad de cambio, una y otra vez ocurre lo que ocurre y que te digo que no quiero que ocurra pero lo mismo ocurre, un bucle tonto, torpe y aburrido del cual parece que Leo no quiere o no puede escapar. Y por último, "con vos". El refuerzo del pronombre de segunda persona, la aclaración de que es a vos Leo a quien se refiere. La remarcación de la obviedad se justifica en la presencia de la preposición "con" que le dice que es siempre lo mismo con él, con vos Leo, que es lo mismo que decir que seguramente si fuera con otro no sería lo mismo, siempre. Todo eso piensa Leo mientras mira de reojo a Antonella e intenta distraerse contando los autos que están en la fila delante de él. Entonces, algo golpea el capot del corsa con fuerza y rebota. La puta madre, musita Leo, Los mitaíces se callan y tratan de entender lo que pasa. Antonella baja el vidrio de la ventanilla hasta la mitad porque más no baja, y espía como puede buscando al responsable del ataque. Leo baja del auto y se va derecho a mirar el frente del vehículo, ya piensa en el chapista y lo que le va a querer cobrar y de dónde mierda va a sacar la plata. Revisa el frente y parece no haber daño alguno. A unos metros ve una pelota. Es lo que le pegó al auto. Unos vagos le hacen señas al otro lado de la calle. Pasála flaco, le gritan. Leo respira aliviado, y no sabe si enojarse o alegrarse. Siempre le pasa eso de que tiene emociones encontradas. "Siempre lo mismo con vos" se dice él también. Leo pisa la pelota, y aunque está en ojotas logra levantarla con un sólo movimiento del pie, acomoda el cuerpo y le da de lleno al balón que se eleva por el aire y regresa al medio de la cancha. Gracias flaco, le dicen. Leo, levanta la mano y saluda a los vagos. Por primera vez siente que con esa patada se sacó la mufa del día. Regresa al auto y los mitaíces, le aplauden. Grande viejo, le gritan. Antonella le hace una mueca y le indica que avance porque la fila de autos se mueve. Leo arranca el Corsa, pone primera y pisa el acelerador con el dedo gordo descalzo. Entonces, se da cuenta. Le arde el dedo. Está seguro que se lo raspó contra el asfalto cuando dio la super patada. Está seguro que la sangre fluye hacia afuera. Le duele pero aguanta, Leo, no piensa decir nada. Le pegué muy abajo, medita.


©Sandro Centurión

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