Un cuento distinto

© Por Sandro Centurión
 
Viste que están los cuentos esos en los que al final todo era un sueño. Un embole, porque uno se entusiasma y pone de su parte y sigue la onda de la historia; y hasta le vas creyendo cuando te dice que el vago estaba perdido en el monte solo y de noche. Y te compadecés de él, porque pobrecito habrá tenido mucho miedo. Y seguís leyendo o escuchando porque querés saber cómo se salva de semejante embrollo. Y te cuenta que un ser sobrenatural lo persigue, y el vago corre con todas sus fuerzas pero parece que no es suficiente porque el bicho lo sigue de cerca cada vez más, entonces el vago se cae a un pozo profundo como de diez metros, y vos decís la puta madre que salado este vago, no podes tener tanta yeta, y dónde está la cana cuando uno la necesita, bien que si andaba en moto seguro que el monte hubiera estado lleno de canas listos para hacerle la multa. Pobrecito, sentís una pena tan profunda como el pozo. Y entonces te comprometes con la historia, y si fuera posible vos mismo te meterías y ayudarías a ese pobre infeliz, y le salvarías la vida, por eso seguís escuchando la historia que cuenta el puto de tu cuñado que ahora se la manda de escritor avezado porque resulta que ganó el concurso, el de la municipalidad, y vos y todos, o al menos unos cuantos que están ahí en el acto de premiación estarán pensando que si ganó ha de ser porque es una gran historia, un cuento distinto, y entonces le pones atención en serio; y tu cuñado lee y dice que el vago logra salir del pozo escalando por la pared y las raíces, y logra llegar hasta el borde, y sale y siente el aire fresco como una cachetada, y entonces parece que está a salvo pero no, un rugido feroz y estremecedor le hace erizar hasta los pelos del culo, (tu cuñado no dice culo porque él no usa malas palabras en su texto, pero para vos esa es la mejor frase para ese momento) y el tipo otra vez empieza a correr y metele pata hermano que te come el bicho, o lo que sea eso que le araña los talones, porque el pelotudo de tu cuñado no dice qué mierda es lo que le sigue, y nadie pregunta, solo vos te das cuenta que el vivo está haciendo hora, la está alargando para ser él el centro de atención, porque le gusta que lo escuchen y que le aplaudan sus chistes, sus historias de viajes, sus exageradas anécdotas de pesca, y a partir de ahora su cuento premiado. Pero, aunque el narrador te cae tan mal como un codazo en la garganta seguís escuchando porque lo que te importa es la historia, ese pequeño mundo imaginario que tiene vida propia más allá del idiota que lo relata. De eso se trata una buena historia. Por eso, te quedás expectante esperando a ver qué le pasa al héroe, cómo se salva, o cómo se muere, porque a esta altura del partido da lo mismo que se salve o que se muera, esas son las dos únicas posibilidades que aceptás y cualquiera de las dos te daría la satisfacción intelectual que siempre buscás como lector o como oyente en una buena historia. Pero no, el hijo de puta de tu cuñado remata la historia de la forma más imbécil posible: "y entonces, me desperté", dice, "todo era un sueño. Fin". Y los del jurado tan reverendos pelotudos como él se cagan de risa y hasta lo aplauden y brindan por él. Y él se ríe con esa media sonrisa de sobrador con plata en el bolsillo. Habrá sido por eso, que no aguanté más. Saqué la pistola que llevaba en la sobaquera y les metí, uno, dos, tres balazos a cada uno. No se salvó nadie. Los hice boleta a todos; a mi cuñado, y a esos remedos de intelectuales que sólo servían para estorbar. Nunca más arruinarían mi imaginación ni la de nadie. Les disparé hasta quedarme casi sin balas. Sólo una quedó esperando en el cargador. La sirena de la cana sonaba a lo lejos. Yo sabía que la cosa no iba a terminar bien. Había metido la pata como nunca antes. Aunque no me arrepentía ni por un instante de lo que había hecho. Mi conciencia estaba en paz. Aun así, casi por respeto a la tradición literaria, o por costumbre, puse el caño del arma en mi sien mientras mi dedo índice se amarraba al gatillo. Hubiera sido un buen final, el mejor posible. Pero entonces, entonces me desperté.

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