¿Dónde están las fuentes para meter las patas?


El 17 de octubre de 1945 los trabajadores no fueron sólo a una plaza: fueron a tomar un símbolo. Entraron algunos descalzos, otros descamisados, a la ciudad que no los quería ver, y se metieron en las fuentes de Plaza de Mayo. No fue sólo para refrescar los pies sucios y cansados: fue para profanar un espacio sagrado del poder. Ese día, un cuerpo colectivo se hizo visible y cambió la historia política del país.
Pero hoy cuesta encontrar esas fuentes. No porque no haya plazas, sino porque los lugares del poder se volvieron más abstractos, acaso invisibles. ¿Dónde están ahora? ¿En los algoritmos, en las redes, en los medios, en los mercados? La calle, que alguna vez bastó para decir “acá estamos”, ya no garantiza visibilidad ni mucho menos transformación.
 Entonces, la pregunta vuelve: ¿dónde hay que meter las patas hoy?
Tal vez en los templos del consenso social, donde se adora a dioses paganos como: la meritocracia, el consumo, la indiferencia. Quizás el nuevo acto de rebeldía no sea ensuciarse los pies, sino ensuciar el sentido común. Agitar un poco esas aguas quietas donde flotan las palabras “normal”, “inevitable”, “incuestionable”, "asi nomá e".
El 17 de octubre fue un gesto de desobediencia, un desborde de cuerpos y de deseos. Si algo podemos aprender de aquella fecha es que la lealtad no es obediencia, sino memoria viva: seguir preguntándonos dónde está hoy el lugar de la irrupción, cuál es la fuente que nos toca profanar para volver a sentirnos parte de algo más grande, algo que todavía puede llamarse Patria.

©️ Por Sandro Centurión

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