Payasos


 Dos payasos tristes se agarran a las piñas en la vereda y el niño que los mira desde la vereda de enfrente no sabe si reír o llorar. Se pegan piñas y patadas los payasos de narices rojas. Se despintan la cara a sopapos. No es una rutina de circo para sacar aplausos. Es violencia básica, ira, instinto animal y salvaje de dos tipos maquillados de payasos. Los payasos se escupen, se dan patadas en la ingle, se muerden y se arañan. Es un espectáculo de odio hasta que uno de los payasos, el más gordo, encuentra un caño grueso y duro que había quedado en la vereda. Le abanica dos garrotazos que el otro logra esquivar, pero el tercer batazo le da de lleno en el rostro y el payaso cae. El otro se le va encima y lo remata con tres, cuatro, cinco garrotazos. Le destroza la cabeza. Ahora hay un payaso muerto en la vereda, y un payaso con el uniforme de payaso salpicado de sangre. El payaso asesino cruza la calle y se mete a la casa del niño que no ha dejado de mirar. El payaso que se ha metido a su casa le resulta parecido a su papá, pero es imposible, a su papá no le gusta el maquillaje, y el otro payaso, que ha quedado muerto en la vereda bien podría ser el amigo de su mamá, ese que siempre la llama a cualquier hora y le hace hablar a escondidas en el baño. ¡Uy, la fiesta! recuerda el niño, al fin y a cabo hoy es su cumpleaños. ¿Podrá hacerse el cumpleaños con un sólo payaso?, medita el niño, y se mete a la casa preocupado.

©S.C.
Imagen de jacqueline macou en Pixabay

Comentarios

Entradas populares