Miércoles
El tipo entra a “El gato feliz”. Es miércoles y hay poca gente. Pide una cerveza en la barra. Observa el paisaje de la noche pintado en los cuerpos que pululan en los rincones. Enseguida la ve. Es imposible no verla. La tipa también lo ve. Es imposible no verlo. Ambos están solos. Beben y se miran desde el lugar que les toca en esa escena de soledades encontradas. No se habían visto nunca antes pero ambos se descubren y de pronto saben que son el uno para el otro. Uno de ellos, o los dos al mismo tiempo imaginan la siguiente escena:
él toma la iniciativa y se acerca a esa otra alma que sólo sabe de esperas, le invita una cerveza, ella desde luego que acepta, conversan un rato sobre la noche, sobre música, arte y poesía. Después de un rato salen juntos del bar y van a descargar sus pasiones en alguno de los tantos moteles de los que abundan en la zona. Se aman de la única forma que han aprendido en su vasta trayectoria de desamores que exhiben con orgullo en su curriculum de amantes trasnochados; hacen el amor sin mezquindades y prometen volver a verse un día cualquiera para repetir lo irrepetible. Aunque ninguno de los dos cumplirá su promesa. Los dos lo saben entonces tanto como lo saben ahora.
La escena termina ahí. Están seguros de que todo eso podría ocurrir si acaso las cosas pasaran como deberían pasar según lo demanda la fuerza de las costumbres. Pero es miércoles, y tanto ella como él odian las historias costumbristas, las detestan tanto como dormir temprano o ver televisión. Tanto ella como él sólo han ido a tomar algo a ese tugurio de mala muerte, desacostumbrado para su lugar en el mundo, y que por lo mismo les resulta irresistible, y por eso de vez en cuando regresan.
Entonces, la tipa ésta, que te digo, hace lo que hace siempre que la mira algún tipo acodado en la barra de "el gato feliz" o de cualquier otro lugar; gira su cabeza, enciende un cigarrillo, observa las parejas pasar por la vereda y se regocija con los placeres del desdén. El tipo se sonríe acostumbrado a que se le escapen las miradas de las mujeres. Cambia el rumbo de sus ojos y empina el vaso de cerveza que le acercaron con la acostumbrada premura de quien sabe dar de beber a borrachos. Luego, el tipo este se queda por un rato largo con los ojos clavados en el rincón de la barra donde el televisor muestra que el 9 de Racing acaba de tirar un pelotazo a la tribuna.
él toma la iniciativa y se acerca a esa otra alma que sólo sabe de esperas, le invita una cerveza, ella desde luego que acepta, conversan un rato sobre la noche, sobre música, arte y poesía. Después de un rato salen juntos del bar y van a descargar sus pasiones en alguno de los tantos moteles de los que abundan en la zona. Se aman de la única forma que han aprendido en su vasta trayectoria de desamores que exhiben con orgullo en su curriculum de amantes trasnochados; hacen el amor sin mezquindades y prometen volver a verse un día cualquiera para repetir lo irrepetible. Aunque ninguno de los dos cumplirá su promesa. Los dos lo saben entonces tanto como lo saben ahora.
La escena termina ahí. Están seguros de que todo eso podría ocurrir si acaso las cosas pasaran como deberían pasar según lo demanda la fuerza de las costumbres. Pero es miércoles, y tanto ella como él odian las historias costumbristas, las detestan tanto como dormir temprano o ver televisión. Tanto ella como él sólo han ido a tomar algo a ese tugurio de mala muerte, desacostumbrado para su lugar en el mundo, y que por lo mismo les resulta irresistible, y por eso de vez en cuando regresan.
Entonces, la tipa ésta, que te digo, hace lo que hace siempre que la mira algún tipo acodado en la barra de "el gato feliz" o de cualquier otro lugar; gira su cabeza, enciende un cigarrillo, observa las parejas pasar por la vereda y se regocija con los placeres del desdén. El tipo se sonríe acostumbrado a que se le escapen las miradas de las mujeres. Cambia el rumbo de sus ojos y empina el vaso de cerveza que le acercaron con la acostumbrada premura de quien sabe dar de beber a borrachos. Luego, el tipo este se queda por un rato largo con los ojos clavados en el rincón de la barra donde el televisor muestra que el 9 de Racing acaba de tirar un pelotazo a la tribuna.

Comentarios
Publicar un comentario