El odio es la moneda fuerte en la Argentina

No se puede negar que la derecha latinoamericana ha hecho algo que nunca antes se había hecho en política en la historia de la humanidad: han dejado de lado la hipocresía como herramienta de construcción de poder. Durante mucho tiempo los hijos de puta que querían hacer política debían hacer un esfuerzo descomunal para enmascarar su hijoputez. Hoy, con el advenimiento de la nueva derecha en Argentina los hijos de puta ya no necesitan ocultar su verdadera condición, se muestran tal y cual son. Odian a cara descubierta. Insultan sin decoro. Mandan a reprimir y se regodean en la tele y en las redes con la sangre ajena, la de los otros, la de los débiles y desvalidos. He ahí la justicia libertaria que ha sabido liberar a nuestros peores monstruos. Hay una nueva moral en construcción que se instala con la fuerza de los gritos de los amos. El binomio sarmientino de civilización o barbarie sigue vigente en la actualidad. Sólo que cada vez resulta más difícil definir qué es civilización y qué es barbarie y en cuál bando estamos. El odio es la moneda fuerte en la Argentina, uno a uno con el dólar aunque con menos poder de fuego pero con el espíritu rastrero de destruir al más débil.
¿Qué se puede hacer frente a este panorama desolador? La Argentina acostumbrada a los hipócritas de turno se encuentra de pronto y porrazo ante un montón de niños ricos maleducados dispuestos a todo para salirse con la suya. ¿Cómo se enfrenta al odio desquiciado e irracional?
A lo mejor lo importante sea enfrentarlo, reconocerlo como un adversario real y peligroso con el cual no se puede negociar ni pactar treguas. Teniendo claro esto habrá que organizarse y diseñar un plan de acción a corto, mediano y largo plazo. Es imprescindible oponer la razón a la fuerza, el amor al prójimo, el auxilio al desvalido, la igualdad ante la ley y la idea de patria y soberanía a los dogmas del odio y el desprecio gratuito. Parece simple y sencillo, de sentido común, sin embargo es ese sentido común el territorio de disputa. Y es una disputa que se batalla con las palabras, con los cuerpos, a los gritos.

Sandro Centurión©

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