Ruge el monte


Afuera ruge el monte; adentro arden los cuerpos. Se quema la noche en el brasero y el humo negro busca escaparse por alguna rendija o algún hueco de las chapas viejas. Encuentra una salida entre las grietas de las paredes de barro y madera, y comienza a irse llevando en volutas de humo los gemidos secretos. Antonia balbucea sus juramentos de amor prohibido al oído del macho hambriento. Los cuerpos como las brasas avivan el fuego, de a ratos, se rozan desnudos bajo las sábanas y explotan virutas de fuego, de cuerpos, de sexo contenido, consumado, consumido.

Qué sabe la noche de traiciones, de promesas, y deseos. Sólo sabe de fuego. Afuera ruge el monte; adentro del rancho de Antonia arden dos cuerpos, como si fueran leños de algarrobo seco.

Sandro Centurión

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